El género como categoría. Parte 1: Sexo y género. Sobre las teorías de Gayle Rubin. Por Jorgelina López
El género como categoría.
Parte 1: Sexo y género. Sobre las teorías de Gayle Rubin.
Por Jorgelina López
La frase “el género es una construcción cultural” está en camino de cierta cuasi-popularidad. No sólo traspasó los campos académicos, sino que se convirtió en bandera del movimiento de mujeres internacionalmente, adoptando como concepto para desarrollar políticas públicas en muchos países, incluido el nuestro. La Argentina sostiene este concepto desde los últimas gestiones gubernamentales y han generado leyes donde se certifica: ley de identidad de género como ejemplo clave (año 2012).
La afirmación de que el “género es una construcción cultural”, es mucho más complejo de lo que puede resultar y por supuesto, tiene su recorrido y desarrollo teórico e histórico, que hasta el día de hoy, continúa en proceso. Judith Butler es un nombre que resuena en una buena parte de la sociedad, sea por interés, crítica, aceptación o rechazo. Butler es la teórica contemporánea que más ha llegado a las masas en Latinoamérica, a pesar de la complejidad de sus teorías, y gracias a la militancia y la cercanía con medios de comunicación como diarios nacionales (como Página 12) y universidades estatales (UNTREF entre otras). Aunque la idea de género que desarrolla en su publicación “El género en disputa” (1990) la misma Butler ha podido superarlo, y continuar rompiendo barreras binarias y categóricas en torno a los géneros que hoy aún suena vanguardista y resulta para las necesidades de esta sociedad, liberadora.
Pero hay que aclarar que antes de Butler, hubo muches otres teóricxs, ensayistas, psicologues y/o filosofes, etc. que sentaron bases para estas teorías. Es más, pensemos que las teorías forman parte de una cadena que van enlazando, discutiendo muchas veces, generando nudos y desarmando, pero siempre avanzando.
Es por esto, y para hacer un poquito de escuela acerca de las teorías feministas y aquellas que dieron origen a la idea de género como categoría de estudio, nos propusimos hacer una serie de artículos presentando algunes de les teóricxs vitales para comprender cómo llegamos al género como construcción social.
En esta parte 1 hablaremos de Gayle Rubin: nacida en 1949 en EEUU, antropóloga pero más conocida como activista y teórica influyente en políticas de sexo y género.
El género como categoría
Muchas de las académicas feministas de los '70 comenzaron a estructurar las bases de De Beauvoir adoptando el término género para explicar la construcción cultural de los comportamientos y actitudes de hombres y mujeres.
El concepto género intentaba demoler las justificaciones de base biológicas y volcar el núcleo a la construcción cultural de la diferencia entre los sexos. Por esto, la teoría feminista va a llevar a cabo una primera distinción entre sexo y género, dicotomía que remitía a la ya desarrollada entre naturaleza y cultura. Género se transformó, entonces, en un instrumento fundamental de la teoría y la práctica feminista, dado que ponía en discusión las teorías esencialistas.
Gayle Rubin escribió “Tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo” (1975). Este artículo parte del planteamiento que la condición de macho o hembra comporta muchas necesidades en común: comer, dormir, y defecar, entre otras. Las necesidades van desde que nacemos hasta la ancianidad sin diferencias. Entonces no existe en la naturaleza ninguna oposición entre hembra y macho. Son las elaboraciones de género construídas socialmente las que marcan la diferencia. La construcción social privilegia aquellos aspectos de la diferencia corporal que se necesitan para la reproducción humana. La autora acuña el concepto de sistema sexo/género para referirse a los modos en que la materialidad del sexo es convertida por las relaciones sociales desiguales en un sistema de prohibiciones, obligaciones y derechos diferenciales para hombres y mujeres.
Gayle Rubin:
En 1975 Gayle Rubin analiza la teoría marxista en su publicación “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”. En este ensayo señala que según Marx, en el mundo social los seres humanos son solamente: trabajadores, campesinos o capitalistas. Pero, remarca que las mujeres trabajadoras, explotadas o enajenadas eran prácticamente ignoradas en su análisis del Capitalismo. Así es que se perciben los sesgos androcentristas: lo masculino prevalece como hegemónico en su teoría social. Las mujeres solo son consideradas las administradoras del consumo familiar y en relación al trabajo, como reserva de fuerza. La opresión de las mujeres se ubica de este modo en el centro de la dinámica capitalista indicando la relación entre el trabajo doméstico y la reproducción de la mano de obra. Así deriva el trabajo doméstico, convirtiéndose en un elemento clave para el proceso de reproducción del trabajador. El trabajo adicional sosteniendo y manteniendo la dinámica cotidiana de la vida del hogar de las mujeres, siendo útiles al capitalismo. Esta sería una de las causas de la opresión femenina. (Bogino Larrambebere - Fernández-Rasines, 2017)
En efecto, podría afirmarse así que una mujer, en tanto esposa, se constituye en una necesidad fundamental para el trabajador. El sistema sexo/género es un concepto que hace referencia a un aspecto específico de la vida social que permite estudiar los modos en que la materia bruta del sexo es convertida por las relaciones sociales de desigualdad en un sistema de prohibiciones, obligaciones y derechos diferenciales para hombres y mujeres. Sistema que establece normas sociales, prácticas cotidianas y representaciones, incluida la división sexual del trabajo y las identidades subjetivas. (Bogino Larrambebere - Fernández-Rasines, 2017) Rubin hace hincapié en que la situación de opresión de las mujeres está determinada por un largo proceso de domesticación dentro del sistema sexo-género que como aparato social sistemático usa a las mujeres como materia prima y las transforma en productos necesarios para el mantenimiento y reproducción del sistema.
La autora centra el tabú del incesto como el origen de la exogamia. Identifica la circulación de mujeres en la sociedad patriarcal como la clave del sistema de género, siendo éste el que sustenta el orden patriarcal. Así es que el género no sólo implica la identificación con un sexo, sino también orienta el deseo sexual hacia el otro sexo. En este sentido es que se da creación a la heterosexualidad obligatoria: resultado de las reglas y normas del parentesco.
En “El Tráfico de las Mujeres” Rubin no señala la distinción entre deseo sexual y género por cuanto toma a ambos como producto social, entrelazados en los sistemas de organización basados en el parentesco. Sin embargo, en “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad” (1984) dirá “aunque el sexo y el género están relacionados, no son la misma cosa, y constituyen la base de dos áreas distintas de la práctica social”.
Rubin argumenta en favor de una teoría radical de la sexualidad que parta de los estudios de género y su significación frente a la diferencia en desigualdad, con la libertad de señalar las teorizaciones y los problemas particulares del deseo sexual.
La teoría radical de la sexualidad tiene para Rubin dos componentes esenciales:
1. La idea de “normalidad” debe ponerse entre comillas.
2. El concepto de deseo se basa en la premisa de que el deseo sexual está fundado en el encuentro con la falta, que sólo puede provenir de la diferencia entre los sexos. Esta diferencia debe ser significada alrededor del falo, no del pene.
El deseo se divide, entonces, entre ser o no ser el falo, tenerlo o no tenerlo, y no necesariamente el pene como órgano. Así narrado, el deseo es el producto del encuentro con la diferencia, no con un órgano en específico.
No se trata sólo de mujeres y de las múltiples formas con que se les discrimina, sino de repensar en qué radica el hecho de ser mujer. Pareciera así importante desarrollar, entonces, un discurso de las múltiples posibilidades de posicionamiento frente al deseo, más allá de las heterosexuales y de las lésbico-gay.
Rubin cuestiona que sea el feminismo el único experto reconocido respecto a la teoría de la sexualidad. La fusión del género con la sexualidad ha dado paso a la idea de que una teoría de la sexualidad puede derivarse directamente de una teoría del género; esta fusión no ha beneficiado en nada a ninguno de los dos sistemas, ni al de género ni al de sexualidad. (Belausteguigoitia, 2011: 7)
La autora cuestiona la fusión de sexo y género, así como su utilización como términos fácilmente intercambiables. Por eso, propone analizar el género y la sexualidad separadamente, con la intención de reflejar con mayor fiabilidad sus dimensiones sociales distintas, distinguiendo así la jerarquía de género y la estratificación sexual.
En este sistema de estratificación sexual, plantea una línea divisoria entre lo que se considera necesario para mantener una frontera imaginaria entre la “sexualidad buena, normal, saludable, natural y sagrada” que se reconoce en parejas heterosexuales bajo la institución del matrimonio, y una “sexualidad maldita, anormal, dañina, antinatural y pecaminosa” identificada en relaciones homosexuales, fuera del matrimonio y no procreadora. De este modo, argumenta que la sexualidad como el género es política porque “está organizada en sistemas de poder que alientan y recompensan a algunos individuos y actividades, mientras que castigan y suprimen a otros y otras” (Rubin, 1989: 56).
Es interesante ver, o al menos la humilde intención de este artículo de mostrar, no sólo los puntos claves de la teoría que desarrolla Rubin, sino también como a los largo de los años, fue capaz de continuar su estudio, para poder discutirse, preguntarse nuevamente sobre las mismas problemáticas, encontrando otras respuestas, o mejor dicho, evolucionando sobre las respuestas ya dadas.
Jorgelina López
Secretaria de Género y Diversidad en APPS
Militante Feminista
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