Deconstruyendo la Deconstrucción (Parte I)
Por Marcel Serrano Gudiño, Comunicador social - Storyteller
Buenos Aires te revienta el cerebro de la mejor manera. Llegar a la Argentina hace poco más de dos años abrió un mundo de posibilidades para mí en todos los aspectos. Comencé a ver y vivir mi masculinidad y sexualidad de una manera distinta a como lo hacía en mi natal Venezuela. Con el paso del tiempo, me adapté a la manera de ser de la comunidad LGBTQI+ acá. Los boliches, amistades, el Grindr y las redes sociales me adentraron en eso que llamamos Deconstrucción.
Poco a poco empecé a cuestionarme acerca de temas como el amor romántico, micromachismos, feminismo, heterosexualidad obligatoria, colectivos sexualmente disidentes y la hegemonía de los cuerpos, entre otros. Esto implicó una serie de cambios en mi forma de pensar, vestir, y conductas que por primera vez me hicieron sentir parte de una comunidad, y lo más importante: más cómodo conmigo mismo.
Siguiendo el orden natural de las cosas, comenzaron los debates sobre los temas anteriormente nombrados. En ellos, muchas veces juzgábamos a amigues o personas que no estuvieran deconstruidas o que actuaran en contra de lo que nosotres considerábamos correcto. En algún momento me sentí parte de una discusión moral de señoras que señalan y condenan a la vecina, supuestamente pecadora. Ahí empecé a preguntarme acerca de la deconstrucción: ¿No se supone que parte de este proceso es respetar la libertad individual? Y lo que a mi parecer es lo más grave y a lo que más le temo: ¿Estamos cayendo en un microfascismo o fanatismo de la deconstrucción?
Hasta ese momento no había googleado el término. Creía que era una palabra que se puso de moda y así llegó hasta mí. Esa búsqueda supuso un gran cambio y una nueva manera de percibir ese proceso que estamos viviendo como comunidad.
Sabemos que la historia la cuentan los ganadores. La Filosofía no está exenta de esa frase, ya que por lo general los textos han tenido una lectura dogmática y muchas interpretaciones se han apegado a una verdad absoluta, incluso a una supuesta búsqueda de la misma. En respuesta a esto nace el término Deconstructivismo, acuñado por el filósofo francés de origen argelino Jacques Derrida, en los años 60. Su punto de partida fue la destrucción que “Martin Heidegger definió como técnica del pensamiento filosófico con el fin de revisar profundamente las terminologías establecidas en las humanidades.” (Krieger, P. 2004. pp 5)
Partiendo del hecho de que todo es cuestionable, el Deconstructivismo exige una lectura subversiva y fuera del canon de los textos. En este caso, el objetivo no es la búsqueda de una verdad absoluta, sino un conocimiento razonable que se logra a partir de la crítica. (Krieger, P. 2004)
Al momento de aplicar esta técnica a las discusiones de género, diversidad y disidencias, Lionel S. Delgado en su artículo Contra la deconstrucción masculina afirma que:
“La deconstrucción no destruye. Enseña. Es una herramienta cognitiva que aporta información. De hecho, ni siquiera sentencia: permite entender. En esencia, la deconstrucción no es moral, no define qué está bien y que no: solo revela las formas por las que se crean conceptos, ideas, prácticas.”
Todos en nuestra comunidad hemos sido víctimas de juicios y señalamientos por parte de personas que rechazan lo distinto, y que además creen que tienen la potestad de hacerlo por considerar que su moral socialmente aceptada les da el derecho. Lo último que quiero es que lleguemos a ese extremo, pero del lado contrario, “un quítate tú pa ponerme yo”. La deconstrucción puede trascender a la comunidad LGBTQI+ y nuestro compromiso hoy sería llevarla a todos los ámbitos sociales y políticos.
Por eso creo que las palabras citadas anteriormente del artículo de Lionel Delgado son clave para entender y abordar la deconstrucción más allá de nosotres. Ante una actitud machista y discriminatoria apelo en primer lugar al diálogo. La tradición nos ha hecho ver como normales ciertas cosas y estamos en una época donde los paradigmas se están sustituyendo. La deconstrucción, vista como herramienta cognitiva, nos va a permitir ir sentando las bases para esa sociedad donde las diferencias se respeten y se validen.
En este momento me pregunto y les pregunto a ustedes: ¿Seremos capaces de construir una pedagogía de la deconstrucción y de usar esta herramienta tal y como la plantea Derrida? ¿Seremos capaces evitar la superioridad moral y empezar verdaderamente a discutir estos temas como sociedad razonable?
Por ahora, dejemos para una próxima entrega (o varias) este ejercicio de deconstruir la deconstrucción.
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