Las flores del trauma
Parte 2: Homofobia internalizada y falta de autenticidad en el “sí mismo”
Por: Nicolás Ventosa
(Psicólogo - UBA - Especializado en Gestión de Salud Pública y Salud Mental)
Esa fuerza que uno ejerce para no entrar en contacto con la propia sexualidad no queda guardada dentro de una caja.
Como ya dijimos, la sexualidad es energía, y como tal necesita expresarse. ¿Hacia dónde se va a proyectar? A todo aquello que refleje lo que la persona detesta de sí misma. Este es quizás uno de las realidades más dolorosos en contextos de inequidad y exclusión de las personas disidentes.
No alcanza con habernos hecho sentir fundamentalmente mal con nosotres mismes. Ahora también tenemos que hacernos cargo de esas emociones y ponerlas en algún lado.
Si entendemos al trauma como la semilla, todo lo que surja hacia afuera son las flores del trauma.
La no aceptación de la propia sexualidad, es decir, la internalización de esas creencias de rechazo tempranas, quizá sea la más arraigada de todas esas flores. Es lo que comúnmente llamamos homofobia internalizada.
El diccionario apunta a definirla como el miedo irracional, el prejuicio o la discriminación hacia la homosexualidad o aquelles que se identifican como homosexuales. Nótese el componente irracional. Esto también vale para la transfobia y la bifobia.
La homofobia no es patrimonio exclusivo de aquellas personas heterosexuales que están en contra de nuestra existencia. La homofobia internalizada también existe, y es muy prevalente, dentro de la misma comunidad LGBT+ (si, leíste bien) - sobretodo dentro del colectivo gay. Incluso me atrevería a decir que todes la hemos ejercido y también sufrido en algún punto.
El cómo se juega depende de cada persona. No es lo mismo la homofobia, que la bifobia o que la transfobia, pero lo que sí podemos decir es que el prejuicio es una de las formas las comunes en todas ellas. La lista de ejemplos es tan larga que nos llevaría varias páginas el capturar todos los perjuicios habidos y por haber.
Pensemos el problema de la homofobia internalizada de la siguiente manera. La libertad de expresión y la posibilidad de elegir, son fundamentales para poder desarrollar nuestra autenticidad. La ausencia de espacios seguros donde podamos autodescubrirnos como personas disidentes generan dificultades en la capacidad de valorarnos a nosotres mismes. Al contrario, si crecemos pudiendo elegir quienes somos, seremos adultos capaces de entrar en contacto con nuestro propio deseo y vivir con autenticidad.
Como muchas personas LGBTQ+ no tuvieron la posibilidad de experimentar su disidencia sintiéndose seguras, en muchos aspectos su autenticidad no llega a expresarse sin miedo. Y por miedo a ser como somos, el comportarnos conforme a lo que se percibe como la masculinidad/feminidad hegemónica se convierte en casi la única salida posible para evitar la discriminación. No es por cualquier motivo que el vivir a través de esos estereotipos sea algo por lo cual casi todos pasamos. El aparentar constantemente como hablamos, como nos vestimos y hasta con quien andamos es hartamente común para nosotres - y también es desgastante. Realmente desgasta nuestra salud mental.
En los peores casos de violencia y discriminación, el trauma es tal que ni siquiera hay un modelo heteronormado para seguir, y quiero mencionarlo porque incluso con la falsedad que implica el seguir la receta que nos imponen trae cierta seguridad. Una seguridad con la cual muches otres, como nuestres compañeres trans y no binaries, no llegan acceder de la misma manera. Esto es un privilegio que quienes nos manejamos, más o menos bien, con el género que se nos fue asignado al nacer, podemos disfrutar.
Resulta irónico pensar que lo que nos hace tan mal sea a la vez lo que nos permite acceder a ciertos estándares de vida. Esta es la encerrona en la cual nos encontramos al aceptar las reglas de sexuación del mundo patriarcal.
Cuando no hay modelos de ningún tipo en los cuales registrarse, lo que hay es una sensación de vacío, y un dolor profundo, en nosotres mismes. Aquellas prácticas de alto riesgo (sexuales, consumo de sustancias, de autolesión, etc) que intentan llenar ese vacío, son un intento de respuesta cuando el trauma y la violencia externa se vuelve insoportable.
Otro tema del cual se habla mucho en nuestra comunidad, y del cual hay que hablar más, es sobre cómo la homofobia internalizada se ejerce en los medios de citas online, donde el nivel de anonimato reduce considerablemente el nivel de responsabilidad emocional de los individuos.
Para muchos, el proceso que lleva a la salida del armario implicaría deconstruir una gran parte de nuestra propia homofobia, pero ya sabemos que esto no siempre es el caso. ¿A quién no le pasó de estar en grupo de whatsapp, o en medio de una fiesta, y escuchar comentarios homofóbicos o transfóbicos saliendo de la propia boca de un compañero disidente?. O mejor, ¿quién no se dió cuenta de sus propias actitudes homofóbicas? Seamos sinceres, nadie nació deconstruíde.
Lo que sucede es que esta vergüenza está tan arraigada en nuestra historia, que muchas veces pasan por desapercibido para la propia persona. Por eso es que incluso se reproducen cuando ya estamos fuera del armario. No es un proceso lineal ni directo. Al contrario, es un lugar al cual muchas veces volvemos, aunque sea por unos momentos, cuando reproducimos esas actitudes contra nosotros mismos o los otros. Hay que hacer un esfuerzo muy consciente para verse desde afuera, identificarlos e ir cambiándolos.
Es acá también el momento donde muches profesionales de la salud mental pueden llegar a cometer un error serio en términos clínicos, al no poseer experiencia o formación en cuestiones de diversidad y género; corriendo el riesgo de reforzar o no intervenir oportunamente para poder ayudar a liberarnos de aquellas creencias que tanto mal nos hacen.
Lo que sucede a menudo es que cuando empezamos a salir de esa trampa, la falta de autenticidad se empieza a resquebrajar y muchas veces provoca una crisis de identidad.
Luego de tantos años de adoptar creencias heteronormativas e incorporarlas a nuestra forma de ser, es la primera vez que nos podemos preguntar realmente: ¿“Quiénes somos?” - ¿Qué cosas queremos? - ¿Qué deseamos?. Es un largo camino, donde se vuelven a visitar aquellos momentos donde la vergüenza, el asco y la moralidad quedaron varadas en el tiempo, pero esta vez, poniéndoles voz, palabra y cuerpo. Desarmar el trauma es conectarse con la propia autenticidad.
Hay mucho cuestionamiento de lo propio, pero por suerte, también hay mucho descubrimiento sobre lo que une es, y sobretodo, lo que une vale. Por que nosotres valemos y mucho. Nuestra existencia tiene valor.
Para mí, la memorable frase de Carlos Jáuregui: “en una sociedad que nos educa para la vergüenza el orgullo es una respuesta política”, nos anima a entender nuestra propia vergüenza y poder ir transformándola en orgullo.
Poder sentir orgullo en vez de vergüenza como respuesta a lo que une es, después de todo por lo que hemos pasado, es sanar el trauma. Y sanando nosotres mismes, podemos cambiar nuestro entorno y mejorar la vida de otras personas.
Muy interesante!! Estaria bueno que también desarrolles en un próximo artículo como se traduce todo esto que comentas en la forma de vincularse sexo afectivamente las personas LGTBIQ. Tanto en vida real así como en las apps o redes y esto que comentas del compromiso afectivo. Creo que hay mucho más para desarrollar
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