Varones, interpelarnos es una actitud política
Por Mauro Russi.
Psicólogo UBA. Residente HZGA Mí Pueblo. Maestrandro en problemas sociales infanto juveniles en proceso UBA
¿Alguna vez te preguntaste si lo que haces lastima a las demás personas, si tu modo de vincularte con las mujeres es sin violencia, si reflexionaste alguna vez sobre conductas de claro tinte machista o homofóbicas que hayas tenido en tu vida y hoy te preguntas un “¿Qué carajo me pasaba?”? Si la respuesta es sí, debo decirte con orgullo, que podes ser parte de la solución y no del problema, que tenes mucho para aportar.
Pensé mucho en cómo comenzar este artículo, pero tengo en claro a quien quiero que vaya destinada su lectura: varones que se estén interpelando sobre sus masculinidades, que se sientan dolidos por algo de todo lo que leen en las redes sociales respecto a nuestra responsabilidad social, que crean que sentirse mal no alcanza y que deben pasar a la acción concreta y, más aún, a quienes no la han pasado bien en sus trayectorias vitales porque les mintieron al decirles que hay un solo modo de ser varón: hombres cis heterosexual normativo, competitivo, “encarador”, carismático, extrovertido, resolutivo, líder y fuerte, tanto física como emocionalmente.
¿Cómo será ser todo eso, no?
Aquí les cuento una experiencia personal para abrir nuevos interrogantes. Tenía 15 años, estaba mediando el secundario en una escuela católica y era un adolescente que uno podría definir como introvertido y muy poco competitivo, de hecho era tan poco competitivo que odiaba educación física porque no me gustaba para nada la idea de tener que ganar como prioridad y no poder disfrutar del deporte.
En una clase de catequesis un compañero comenzó a hacerme una “joda” con un claro tenor homofóbico. Me hablaba al oído diciendo atrocidades, me tocaba el cuello, me tocaba el pelo y yo le pedía que se detenga. No alcanzaba, escuchaba su risa detrás de mí buscando la complicidad del resto que nada hacía para detener la situación. Hoy me pregunto ¿Por qué? ¿Disfrutaban de la escena? ¿Tenían miedo de no ser lo suficientemente copados y masculinos? ¿Ser varón es estar por encima de alguien?
Mi bronca iba en aumento, en un momento me doy vuelta y le digo con la mayor firmeza posible que pare, que ya era suficiente. La profesora de catequesis me sanciona. Mi bronca seguía creciendo, estaba enojado y con justa razón. No comprendía porque no se detenía, que estaba mal en mí para que se la agarrara conmigo (digamos que si bien no era objeto de bullying porque tenía grupos de amigos, al inicio de mi secundario y último año de primaria la padecí: ser introvertido y varón es una mala combinación… pero dejémoslo ahí, es para otro momento pero recordemos lo que dije párrafos arriba: el modelo prototípico del varón cis hetero hay que empezar a cuestionarlo).
Al finalizar la clase me quedé mirando fijo el pizarrón, sentía rabia y mucha. No sabía qué hacer, no era una persona que le gustara la violencia, de hecho hasta el día de hoy si alguien me grita me paralizo y me angustio mucho. Voltee para levantarme del banco, con mucha vergüenza porque sentía la mirada de todos sobre mí. Claro está que si nadie había hecho nada es porque el problema era mío, yo era el “cagón” que no sabía confrontar.
Cuando levanto la vista lo veo a mi compañero reírse con otros compañeres. Como les dije antes, mi enojo iba creciendo pero esta vez dispuesto a hacer algo. Me acerque cual toro enfurecido, lo tomé de la remera y lo senté con ganas de golpearlo. No lo hice, yo no era eso. No quería golpearlo, no me interesaba hacerle daño solo quería que no volviese a acosarme de esa manera.
Su cara de miedo era notoria. Creo que no entendería nada, no esperaría ninguna reacción de mi parte y solo una validación del resto para proseguir, probablemente, en otro momento. Porque si nadie lo detuvo en ese momento, porque no volverlo a repetir. Total él se sentiría el rey de un reino de varones, el verdugo de los que no son tan “machos”.
Luego de esa reacción sentía mucha ansiedad, estaba como perplejo por mi reacción. Para mi sorpresa el resto de los compañeros me validaron lo que hice, me apoyaron diciéndome que lo que este muchacho hizo estaba mal. Nunca más volvió a suceder, pero la validación de la violencia del grupo pares fue un error. Miro hacia atrás y pienso que había otros modos de resolver la situación, para empezar que el resto no lo avalara.
Ese día aprendí que ser respetado en un mundo de varones implica el uso de la violencia, porque si no le pasaba como a muchos otros que quedaban relegados, aislados y eran casi invisibles con tal de no llamar la atención de nadie. La evitación como refugio frente a posibles maltratos. Luego se retiraban de la escuela sin que nadie los recordara.
Durante años creí en eso. Si bien no volví a reaccionar así nunca más, de hecho seguí siendo como era, pero algo en mí había cambiado. Sentía que podía hacerlo, que no era tan difícil ser hombre, que podía hacerme respetar como se debía.
Me tomó tiempo comprender que estuve mal, que el compañero también estuvo mal, que el resto de los presentes también estuvieron mal, que la profesora estuvo mal. Parafraseando a Lisa Simpson “todo el maldito sistema estaba mal”.
Pasaron años hasta darme cuenta de que no tenía nada de malo como era, que no tenía por qué ser como esperaban que fuera. Que mi masculinidad es parte de mi identidad y nadie debe decirme como debo ser si no estoy dañando a los demás.
Pero no fueron las únicas otras experiencias disciplinadoras, desde el cómo vivir mi sexualidad, hasta el consumo de alcohol. Desde cómo vincularme con las mujeres y con otros varones hasta sobre mi forma de vestir, comportarme y gustos estéticos en general. Hoy pienso que no podía siquiera permitirme disfrutar, sentir placer por lo que hacía, todo era pertenecer, incluirme, no quedar como vulnerable en un mundo que castiga la vulnerabilidad en los varones.
Todo eso fue forjando mi personalidad. Años de terapia vinieron luego porque no podía reconocerme en mí mismo, sentía mucha frustración por no ser como se esperaba que fuera hasta que un día dije “basta” y mucho de eso fue por el feminismo.
El movimiento me costó más de un momento de angustia porque mucho de lo que hacía era machista ¿y cómo no lo iba a ser, si era lo que se esperaba? No porque acosara mujeres en la calle, no porque acosara mujeres en los boliches, no porque insultara o golpeara parejas sino porque sentía que ser hombre era ser fuerte, era ser racional, era ser valiente y por ende debía siempre tener iniciativa, ser paternalista y seductor. Era tener razón y ser seguro todo el tiempo, no cuestionarme nada. ¿Se imaginan tal vida precaria?
Hoy miro para atrás y me pienso sufriente pero también responsable. Hoy es hoy y se puede hacer un cambio, se puede ser distinto y podemos pensar nuestras masculinidades en relación con nosotros mismos, sin compararnos con las mujeres, ni entre varones. Solo preguntarnos si somos libres, si aceptamos el amor y lo podemos expresar, si le podemos decir a un amigo que lo extrañamos, expresar que tenemos miedo, si nos damos el espacio para manifestar nuestra incomodidad frente a determinadas actitudes y dar libertad a nuestras emociones y sentimientos. Básicamente si nos validamos nuestras masculinidades como deseamos que fuesen sin esperar validación del resto. Lo único que no es aceptable, es lastimar a las otras personas.
Pero para eso es comenzar a abrirnos preguntas, no cuestionar al feminismo, sino cuestionarnos a nosotros para ser libres. Porque, y es mi opinión, ser libre es vivir una vida alejada de los valores patriarcales, dejar de pensarnos proveedores, dominantes, seguros y ganadores, es cuestionar el rol que generacionalmente se nos ha dado en la sociedad.
Cuestionarse es la antesala a no hacer más de lo mismo, es el paso previo a vivir una vida mejor, más saludable. Algo que siempre me llamó la atención como profesional de salud mental es que los varones no asistimos a psicoterapia salvo que estemos detonados de años de padecimientos, que terminemos consumando los suicidios con gran letalidad, que estemos involucrados en casi todas las situaciones de violencia que suceden por lo general, que seamos el grupo poblacional que más alcohol consume. ¿No te parece que debemos cambiar algo?
Interpelarnos es una actitud política, como el orgullo mismo de tener la cabeza bien levantada sin pudor ni miedo para que ninguna persona más tenga que meterse en un “closet” o ningún varón cis tenga sentirse menos por no responder a la norma.
¿TE ANIMAS A REFLEXIONAR SOBRE VOS MISMOS? TE SORPRENDERÍAS CUANTOS OTROS VARONES SIENTEN LO MISMO Y A VECES ES TAN SOLITARIO… JUNTÉMONOS, ¡DALE!
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